El hormigón armado es el responsable del 75% de las emisiones mundiales de CO₂ derivadas del sector de la construcción, por lo que en los casos en que no sea viable su substitución completa por sistemas constructivos más ecológicos, es necesario introducir vías para reducir el impacto ambiental del uso del mismo:

Utilizar árido reciclado (cerámico, procedente de excavación o residuos de la construcción). cuando los requisitos lo permitan (soleras, hormigón de relleno, etc). Es imprescindible controlar la granulometría y la presencia de sulfatos derivados del yeso, que impiden el uso estructural del mismo.

Estudiar el impacto ambiental de todos los elementos que participan en la construcción con hormigón (desencofrantes, tableros de encofrado, separadores, etc).

Controlar los recubrimientos, para asegurar el ciclo de vida más largo posible. De hecho, este es uno de los principales problemas ambientales del hormigón a largo plazo, ya que en general se prevé una vida màxima de unos 25-30 años debido a la corrosión de las armaduras.

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